El disco cuenta con ideas muy definidas, aunque tal vez no premeditadas. Su mayor y más lograda apuesta es conjugar lo diverso en un discurso apropiado e inteligible, fértil en movimientos que logran captar la belleza fluida, evanescente, en una forma estable que la contiene, con más música que gimnasia instrumental. Dejándose nutrir por las influencias, Ulises encuentra un sendero para desarrollar un sonido propio. Dotado de aquella libertad que engalana la vida y de aquel deseo súbito de modificar una acción previsible, desmenuza el mapa de los estilos para rearmarlo de acuerdo a sus pretensiones. A lo largo del disco existen referencias cruzadas y una serie de motivos recurrentes que le dan coherencia al conjunto y forman un todo indisociable. Nada de ingenuo o accidental hay en su construcción, sino conciencia estética: disconforme con la percepción común, Ulises traduce en sonidos el vacío cotidiano y un impulso lúdico lo lleva a cultivar el vacío conciente de sí mismo con una lucidez exasperante.